miércoles, 29 de marzo de 2023

Mucho más que dos

 Mucho más que dos





Y si yo puedo abrir un camino,

voy a hacerlo, voy a hacerlo, voy a hacerlo.


Celeste Carballo




En 1989, durante la emisión del programa televisivo Imagen de radio, que conducía Juan Alberto Badía; quien junto con Graciela Mancuso y Tom Lupo fue de les esenciales comunicadores que dieron espacio siempre a lo que se conoce como “rock nacional”, en los distintos programas que tuvieron en los años 70 y 80. Beto, quien ya había llevado adelante Badía y compañía, durante seis años, todos los sábados desde el mediodía hasta las 22 horas, con lo más variado de nuestra música, de nuestres artistas, de la cultura argentina, pensó en un nuevo formato, donde la gente podía observar (algo tan frecuente hoy con los streaming y con la virtualidad) cómo se hacía radio. En uno de esos programas, aparecieron Sandra Mihanovich y Celeste Carballo. Se habían animado a conjugar lo más baladístico con lo más rockero, lo más blusero con lo más pop de cada una, y esa sociedad había generado Sandra y Celeste y la grabación de un álbum: Somos mucho más que dos. Sin embargo, dudaban en juntarse -según referían en uno de los programas de uno de sus espectáculos- porque venían de distintos espacios artísticos y no sabían cómo tomarían sus fans esta fusión; algo que es muy frecuente en artistas internacionales; algo que comenzó a efectuarse con las entregas de los premios Gardel a la música argentina, en el siglo XXI: Pappo y Daniela Herrero haciendo “Juntos a la par”; Sandra Mihanovich, Fabiana Cantilo, Hilda Lizarazu y Claudia Puyó interpretando “Mientras miro las nuevas olas” de Serú Girán; Abel Pintos, Cazzu  y Gustavo Santaolalla con “Solo le pido a Dios” de León Gieco; Patricia Sosa y María Becerra con “Endúlzame los oídos” y “Acaramelao”.

    

Quienes seguíamos a Sandra, estábamos convencides sobre su orientación sexual. Esas canciones, como “Puerto Pollensa”, “Quereme… tengo frío”, “Puente invisible” y “Vos, yo, uno más uno” (de la gran Marilina Ross, otra hermosa artista que con los años se visibilizaría también como lesbiana), “Todo sin vos” (que en otra voz fue el tema principal de la película Otra historia de amor, icónico filme sobre una historia entre dos hombres -dirigida por Américo Ortiz de Zárate-, “Desnudar nuestros deseos”, “Por qué”, “Nacer de nuevo”, “Hagamos el amor”, “Todo me recuerda a ti”, “Te quiero cuidar”, “Quereme por un rato así vivo mañana”, “Ahora tengo que pensar un poco en mí”, “Sola en mí”, “Dame más, quiero más”, “Soy lo que soy”, y varias de Cece como “Seré judía”, “Es la vida que me alcanza”, “En el paraíso”, “Poner el cuerpo”, “Una canción Diferente” eran mensajes que nos hacían sentir que no estábamos en soledad, a pesar de estar en democracia. Muchas de las letras de Cece rozaban ese lugar también: “Ahora estoy en libertad” (“Creo que estoy en libertad para sentir y para amar. Creo que tengo lo que pedí. No me lo dieron. Yo lo conseguí”), “Mi voz renacerá”, “Es la de todos mi voz”, “Una canción diferente”, “Es la vida que me alcanza”, “Sabemos que vuelvo pronto”, “Buscábamos vida”, “No me voy a olvidar”. Como dicen las compañeras lesbianas: “Lo que no se nombra no existe y lo que no existe no tiene derechos”. Para las leyes de la igualdad (Matrimonio igualitario, Identidad de Género, Cupo Laboral Trans) faltaban muchos años, mucha lucha, mucha militancia, muchas pérdidas en el camino. Pero en cuanto a la visibilidad, ya había mucha gente que se animaba a salir del placar de los miedos. Y en aquel programa, aquella noche, cuando Sandra y Celeste visitaron a Beto Badía, para cantar algunas canciones y para promocionar el hermoso disco (que tenía canciones de Cece, de Mario Benedetti con música de Alberto Favero, de Bob Marley, de Litto Nebbia y producciones de Raúl Porchetto y Pedro Aznar, por citar algunes), Celeste le puso voz a lo que todes queríamos escuchar, y visibilizó la orientación sexual de ambas que en ese entonces eran pareja: imagino la placa de Crónica TV: “Sandra y Celeste son lesbianas”; no sé si la hubo, aunque todos los medios recogieron aquel enunciado que en la pantalla la tenía a Sandra confirmando ese orgullo de lo que manifestaba Cece, desde su silencio y, ya lo contó muchas veces después ella misma, de sorpresa.





Sandra y Celeste duró tres años. Eran tiempos donde no era muy frecuente -y se criticaba mucho- que estilos diferentes compartieran producciones, pero antes del disco, se animaron con el espectáculo “Sandra, Celeste y yo”; ese “yo” era la artista y astróloga Ludovica Squirru. Fue un éxito y las cantantes grabaron el álbum: Somos mucho más que dos. “Mientras estoy cantando” era una declaración de amor (¡¿entre ellas?!, me preguntaba entonces; algo que confirmé cuando las vi en vivo); la cantaba Sandra y la había compuesto Cece, que tocaba el piano. Es una de mis preferidas del dúo: “Cuando estoy cantando una canción, las palabras de amor son para vos. Un poco más de imaginación y vuelo donde estés y me abro en dos”. El gran éxito fue “Te quiero” de Alberto Favero y Mario Benedetti que no hablaba de un amor lésbico ni lgbt+, pero tenía la fuerza de ese “mucho más que dos”; algo que ya había hecho Sandra con la canción “Soy lo que soy”: tema del musical La jaula de las locas, que hablaba de ser lo que cada une fuera. Y Sandra, que en la tapa del álbum con el título homónimo salía desnuda (su pelo tapaba sus senos) decía que el tema, a meses del retorno de la democracia, era un himno de libertad. Es claro que tampoco se hubiera dado la posibilidad de visibilizarse: eran tiempos de muchas persecuciones a nuestra comunidad -había razias constantes en los pubs y en las discos de la comunidad lgbt+, y estaban en vigencia los edictos policiales, cuyos artículos 2H y 2F criminalizaban a nuestras identidades y orientaciones: vestir prendas contrarias al género, y escándalo público e incitación al acto carnal, respectivamente-, y eso hubiera reflejado un traspié en su carrera (como le sucedió a Boy George, el cantante de Culture Club, en los 80); el placar resguardaba a artistas que recién con la consagración se animarían a manifestarlo, como Ricky Martin, Elton John. De todas maneras, ella se animó a grabarla, como también grabó muchas canciones de los musicales de Pepe Cibrián Campoy (otro referente del arte que era visible como gay), con quien además trabajó en la comedia musical Aquí no podemos hacerlo. Otros bellos temas de ese disco con Cece fueron “Sabemos que no es fácil” (“Vos y yo, vos y yo, estamos empezando a ser vos y yo. Vos y yo, vos y yo, sabemos que no es fácil ser vos y yo”), “Algo bueno para darte” (“Ya no busco soledad, mi piel está en tus manos. Ya no sueño algo más, te siento, estás temblando. Te estoy amando, te estoy amando, te estoy amando. Tu silencio, no es silencio, de tan esperado, y en mi cuerpo este momento estamos festejando”), “Están los recuerdos” (“A mi adolescencia la viví en silencio y el futuro, el milagro que me sacó del secreto”) y “No woman, no cry”, que popularizó Bob Marley & The Wailers, que versionaron como “No llores más”. Esa canción, justamente, fue un punto de quiebre durante una interpretación del dúo en un festival de corte político. Durante la campaña a la presidencia en 1989, el rock participó en una serie de conciertos por el país en contra de la candidatura de Carlos Menem y a favor del radical Eduardo Angeloz. En el concierto de Ciudad de Buenos Aires, en el estadio de Ferro Carril Oeste, actuaron Charly García, Luis Alberto Spinetta, Man Ray (con Hilda Lizarazu), La Torre (con Patricia Sosa), Virus (ya sin Federico Moura), Los Pericos, KGB, Los Ratones Paranoicos, Daniel Melero, entre otres artistas, y Sandra y Celeste. Fue claro que el machismo cis patriarcal empezó a molestarlas, con cánticos homoodiantes y violentos. Estaba presente y me molestaba demasiado porque estaban haciendo un show tremendo. Ellas siguieron con su repertorio hasta que comenzó a sonar “No llores más” y el público hostil comenzó a tranquilizarse, a escucharlas cantar y a cantar con ellas el estribillo. Tanto fue que cuando cantaron “Y porque somos pareja que sabe que no está sola. Te quiero en mi paraíso, es decir que en mi país la gente viva feliz, aunque no tenga permiso. Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos” arrancó un marcado aplauso de reconocimiento a la valentía, que coronó un concierto que dejó claro que el amor vencía al odio.     



Ante el éxito que lograron, grabaron Mujer contra mujer, un gran disco con una icónica tapa; que contó con canciones de Cece (“Karmático”, “Sin Margarita Yourcenar”, “Un sueño profundo”, “Amelia por los caminos”), Joaquín Sabina (“Corazón de neón”), María Elena Walsh (“Barco quieto”) y José María Cano (“Mujer contra mujer”, que ya la había versionado con su grupo Mecano en España), y la participación de Fito Páez (producción y teclados en “Mujer contra mujer” y autoría en “Yo prefiero solo amarte”), Pappo, David Lebón, Pedro Aznar (producción, instrumentos y coautoría en “Yo seré tu libertad”), Andrés Calamaro (producción, teclados, coros y autoría en “Una sola vez”), Charly Alberti, María Gabriela Epúmer, Ulises Brutón, Guillermo Vadalá, Jota Morelli, Claudia Sinessi, Lito Epúmer, entre otres, lo que las llevó a realizar más giras como el espectáculo “Sandra y Celeste no van a la escuela”, que contó con  la participación de les grandes artistas del under Batato Barea, Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta.


Tres años de resistencia y de visibilidad musical que se cerró también con la ruptura de la relación. Cada una siguió su camino artístico, que sigue desarrollándose hasta la fecha, con grandes discos: Todo brilla, Cambio de planes, Todo tiene un lugar, Sin tu amor, Creciendo, Honrar la vida, Vuelvo a estar con vos, en el caso de Sandra, y Chocolate inglés, Tercer infinito, Celeste Acústica, Celeste Acusticados, Celos, Mujer de piedra, en el de Cece. Y los respectivos EP: Si somos gente con la potente “Prohibido prohibir” de Eladia Blázquez y “Estoy en amor” (“Estoy en amor. Yo te doy lo que puedo dar. No me importa tu sexo, no me importa tu cuerpo ni tu edad”) de Mercedes Ferrer) -que grabó Sandra-, y Celeste en Buenos Aires con las referenciales “Tu amor es lila” (“Traías el peso, de los caminos y la fuerza para abrirlos conmigo. El mío violeta, tu amor es lila, y en sueños, ya nos dimos la vida”) y “La otra orilla” -que grabó Cece.


Los cierres de las marchas del orgullo en la Ciudad de Buenos Aires, de 2012 y de 2013, las tuvo como protagonistas sobre el escenario “Carlos Jáuregui”, delante del Congreso. Cece lo hizo primero, Sandra un año después donde, además, cantó en vivo el tema que cierra cada marcha anual: “Soy lo que soy”, tema que volvió a interpretar otra vez, junto al conductor, actor y músico gay, Jey Mammón, que la acompañó en piano y voz, en el final de la Marcha del Orgullo de 2022.


Aquella unión artística, aquellos discos, aquella declaración, aquellos recitales de Sandra y Celeste, fueron un símbolo de visibilidad y de libertad para tantes que en esas épocas todavía temían animarse a decir con orgullo (y a vivir como) “Soy lo que soy”.


Diego Tedeschi Loisa


* Texto solicitado por el Archivo Nacional de la Memoria LGBT+ para su página web. Marzo de 2023.







Un beso que fue todo

 Un beso que fue todo





“Las gordas”


En julio de 1994, quienes formábamos el Grupo Nexo, publicamos el n.º 9 de la revista Nexo. Hacía cuatro meses que me había sumado a lo que en pocos meses se transformaría en la asociación civil Nexo. Aquel número, al que llamamos cariñosamente el número de “las gordas”, tenía en la tapa una foto de 1931, de Brassaï, “A couple at the homosexual ball at Magic City” (que en segundo plano tenía a una pareja de hombres que, como las damas de adelante, estaban pegades en un baile). Desde hacía algunos meses, incluso antes de sumarme, un gran fotógrafo colaborador de la revista, les proveía material para la tapa: Víctor Palacios; eran torsos desnudos (sin rostros), algunas imágenes semioscuras de los culos, piernas, brazos, cuerpos entrelazados. Eso “vendía” y era lo que sostenía Adolfo Nusynkier, el director ejecutivo de la revista y presidente de Nexo. Y era una verdad a medias: el contenido y la agenda con la data de los lugares lgbt+ y los clasificados de “Contactos” eran la frutilla, pero eran épocas donde poca gente era visible, nos perseguía la policía, estaban los edictos policiales (que se llevaban a las compañeras travestis y trans en cana, y a cualquiera que no estuviera vestido acorde a su “sexo”), y las razzias y detenciones estaban a la orden del día. Así que escaseaban las publicidades, a no ser que fueran de espacios de la comunidad: Luis Delfino de la disco Contramano, y Adolfo Adaro y Pedro Cutuli del pub Teleny apoyaban este nuevo emprendimiento (“Nexo revista”, como se la nombraba entonces, era una continuidad de Confidencial, otra revista de una comunidad en crecimiento, que había tenido once números, y dirigían Karina Urbina y Marcelo Ernesto Ferreyra, hoy dos activistas lgbt+ que entraron en la historia del movimiento, y la periodista mexicana María Amparo Jiménez -que hacía una Confidencial en Costa Rica-) que tenía (y tuvo) mucho para ofrecer.

Ese número de “las gordas” era impresionante, de los materiales más completos que habíamos hecho hasta ese entonces: “Contranatura” era pararnos frente a las opiniones homoodiantes del presidente Menem; “Una necesidad de inclusión social” era un llamado a la igualdad de derechos: entonces, pedíamos por una unión civil para nuestra comunidad; dedicábamos un especial de la memoria al Frente de Liberación Homosexual (FLH) con el texto “Sexo sí, colonia no”; el espacio de arte era una galería con las producciones del gran David Hockney; nos aventurábamos a criticar lo que la tv reflejaba sobre nuestra realidad en “Zona de polémicas”, y como siempre aportábamos mucha información en lecturas, relatos, espectáculos y la agenda con toda la data de nuestra comunidad. La revista no vendió casi nada. 



La revista en los kioscos


El número 10 y los siguientes fueron como pedía Adolfo: otra vez cuerpos o partes de cuerpos hegemónicos que propiciaban que la revista se vendiera y muy bien. Como cité antes, en esa época era complicado conseguir anunciantes, y la mejor publicidad que teníamos era que la revista se exhibiera en los kioscos de diarios (primero, en torno a las avenidas Santa Fe y Pueyrredón; luego, por avenidas Corrientes, Rivadavia, Córdoba, Callao, las estaciones de subte y de todos los ferrocarriles (trabajo constante que hacían el actor y amigo del grupo Juan Maiztegui; el compañero José Luis Hussein, y alguien que luego se transformaría en una pieza clave del grupo: Enrique Tagliafico). Era un lujazo y me avergonzaba un poco -a partir de mi participación, desde el número 7-, que la revista se exhibiera en los kioscos tan frontalmente. La veías a media cuadra: blanco y negro, y la cinta roja por el vih; eran épocas muy crudas, con una “pandemia del sida” que se venía cobrando muchas vidas: la de tres compañeros del grupo en pocos meses. Por eso Nexo tenía una especial sección sobre prevención y asesoramiento sobre vih-sida: “Nexo +”.

Por un tema de legalidad, tuvimos que cambiar el nombre de la revista. Así que a partir del número 13, pasó a llamarse NX; con el tiempo le agregamos “Periodismo gay para todos” como subtítulo. No era fácil encontrar modelos que se animaran, aunque no fueran gays, a posar a cara descubierta en la revista. Solo sus cuerpos o partes del mismo. Entre ese número 13 y el 23, logramos -por acuerdos que se hicieron con otros espacios extranjeros gays o simplemente citando la fuente- poner fotografías con rostros, de los que denominábamos “chongos”; sabíamos que eso vendía y confiábamos que el contenido hablaba por sí mismo. Crecimos, se empezó a contratar a diferentes integrantes: Marcelo Frías fue el primero, luego el Jefe de Redacción y amigo Oscar Vitelleschi y yo empezamos a organizar la distribución con Enrique, y empezamos a percibir un sueldo. Los chongos de tapa nos hacían vender; los clasificados de los contactos (un Grindr muy artesanal de entonces) potenciaba la cantidad de avisos y de respuestas para conocer chicos. Ese crecimiento que costaba tanto sostener, avizoraba una nueva etapa: en octubre de 1994, habíamos propuesto la entrega de los premios Nexo artísticos y humanitarios. Y en 1995, para el segundo aniversario de la revista, organizaríamos una gran fiesta -al estilo de los Oscars-, y para lograr eso era importante hacer una tapa especial.



Alejandro Correa, amigo, fotógrafo, compañero


A Alejandro Correa lo conocí en algún momento de 1992, en el pub Bach bar (hermoso espacio que me acogió durante casi dos años, cuyo lema era “Lo clásico. Lo moderno”; donde conocí a Gonzalo -un gran actor, que era mozo del lugar, que se fue muy temprano de esta vida-; al gran activista José María Di Bello (que estaba en la barra/caja) y a Maiamar Abrodos -la relaciones públicas-, quien fue la que me conectó con Rodolfo Cormenzana (quien manejaba la agenda de Nexo cuando un viernes de marzo hablamos y a la semana siguiente me entrevistó Oscar Vitelleschi, el jefe de Redacción y mi gran maestro). Con Ale compartimos ese espacio de amistad con muches otros amigues (Guille, Claudia, Mariano, entre tantes) y un día Adolfo me cuenta que se va a sumar un chico que hace fotografías, que me conocía. Ale estudiaba o estaba por entrar a la Universidad de Avellaneda. Y luego de varias producciones para NX, le surgía la posibilidad de hacer la tapa del número aniversario. El Consejo de Redacción, que integrábamos con Oscar, el director editorial Carlos Mendes y Sergio Maulen, dimos el visto bueno. Sería un beso entre hombres; una idea que surgió como respuesta política a tanta persecución y censura (a pesar de los casi doce años de democracia) y porque en la fiesta de los premios Nexo pasaríamos un video con besos entre personas lgbt+ (hecho que se repetiría en cada fiesta de fin de año; inspirado en el corto final de la película Cinema Paradiso: queríamos mostrar lo que se había censurado y/o censuraba en el cine y en la tv.

En octubre de 1995, besarse en lugares públicos era grabarse a fuego un insulto, violencia, una detención policial por "herir lo moral'. Besarse entre personas lgbt+ "era un crimen". No había leyes que nos ampararan: faltaban quince años para que eso comenzara a suceder. Sin embargo, desde Nexo apostábamos a las transformaciones que impulsaba un activismo lgbt+ en crecimiento. Por eso, planificamos celebrar los dos años de la revista con una tapa que sería revolucionaria para esa época: un beso entre dos hombres.

Esencialmente en EE.UU., los 'Kiss-ins' (besadas) eran un acto de visibilidad, que se realizaba en el marco de las marchas y de actividades del Día del Orgullo; algo que comenzaría a hacerse años después en la Ciudad de Buenos Aires, para visibilizar el orgullo de besarnos en la calle, al finalizar cada Marcha del Orgullo. “Existe una acción militante en algunos lugares del mundo, que consiste en besarse públicamente en la boca, como respuesta a un acto de discriminación. Es fácil imaginar qué podría ocurrir en la Argentina si se llevara a cabo ese gesto. Seguramente, un beso en la boca entre dos hombres o entre dos mujeres, en la vía pública, causaría escándalo. Cuánto menos gris sería nuestra vida en común si no existieran mordazas a la demostración pública del afecto, en todas sus variantes. Es difícil atreverse. Por eso, nuestra tapa intenta decir algo más de lo que muestra”. El editorial de la tapa n.º 24 lo definía todo. Y esa tapa fue un cambio enorme en la historia de NX. Ver en los puestos de diarios ese beso fue un acto militante comunicacional revolucionario. Y Ale tomó la fotografía.



La producción de la tapa


Ale hizo la tapa. Participaron dos chicos: uno gay y otro no tan (o no lo tenía asumido entonces). Se les veía las caras de costado, en un primer plano: la foto se hizo en el salón principal de la redacción, en Virrey Cevallos y Belgrano, donde compartíamos el espacio con Gays DC (que lideraban Carlos Jáuregui y Marcelo Ferreyra; donde yo también participaba como activista). Ese beso fue todo. Esa foto es histórica. Esa foto dejaba también de ser una imagen entre dos hombres hegemónicos. Solo eran los rostros comunes y un beso. Y ese número vendió mucho. Y Ale comenzó a hacer más fotos, a hacer muchas fotos de tapa. Muchos modelos se animaron a posar (poníamos un mensaje que indicaba que posar no definía la sexualidad ni la identidad del modelo). Y la revista siguió vendiendo con muchas fotos de Alejandro, con muchas que hizo de los espectáculos que cubríamos para luego nominar candidates para los premios Nexo, y en actividades artísticas, sociales, culturales y de activismo. Su trabajo es tan enorme, que aún sigue desclasificando la cantidad de rollos de las fotos que tomó: a chongos, a transformistas, a militantes trans, travestis, lesbianas, gays, a actores y a actrices, representantes de la música, de la cultura, de los derechos humanos, de la política. Su trabajo siempre fue profesional. Siempre tuvo una mirada que no fuera solo carne para vender. Sus producciones hicieron crecer desde lo visual a la revista. Sumó a otres compañeres de la fotografía como Fanny Lovotrico y Pablo Gutiérrez. Eso impulsó que hubiera muchos anuncios, lo que abrió un espacio que manejó Enrique Vidal. En definitiva, aquel sueño de ser “un nexo entre la sociedad y la comunidad”, que había expresado Adolfo en la presentación de la revista en el pub Teleny, de un grupo que además integraban Héctor Schvartz, Pablo Rosales, Ernesto Baciala, Oscar Panizza, Leo Said, Fabián Ríos, Ricardo Vera, era el espacio comunicacional de la comunidad lgbt+. Poco después llegaría el dossier lésbico “La Zona”, “Nexo +” como espacio especial también, y una amplitud de miradas en el grupo, a partir de los vínculos con les referentes del activismo como Ilse Fuskova, Carlos Jáuregui, Lohana Berkins, el grupo de Lesbianas a la Vista, Nada Echazú, María Belén Correa, ATA (la Asociación de Travestis Argentinas) -luego ATTA, hoy ATTTA Red Nacional-, los encuentros en Paraná -donde hoy está Casa Jáuregui-, las históricas “Charlas de Tasmania”, y los encuentros nacionales de la diversidad de Rosario, Salta y Córdoba), que crecía como crecía el trabajo artístico de Alejandro.



Y la banda sigue activando


Luego del Encuentro Nacional de Rosario, de abril de 1996, empezamos a hablar de un movimiento. Quienes habíamos participado (el 90 % de las organizaciones lgbt+) estábamos muy felices y eso inundó la sede de Nexo y la redacción de NX, y pudimos empezar a corrernos de “la cuestión gay” para meternos de lleno en todas las voces, y empezar a entender que éramos tan distintos une del otre, lo que posibilitaba entendernos en las diferencias: en Rosario conocimos a un joven activista cordobés, hoy gran militante intersexual, Mauro Cabral Crispan, que nos pateó el tablero. Y la incidencia de nuevas masculinidades trans, de enaltecernos como “putos”, de reivindicar palabras que nos habían tirado siempre despectivamente, violentamente, ahora eran orgullo pronunciarlas como nuestras. La incidencia de las compañeras travestis, trans y lesbianas fueron un factor determinante en nuestra formación. Por eso, nació “La Zona”, el espacio lésbico que dirigía María Alejandra Ferradas, con la colaboración de Silvina Mestre, Laura do Santos, Silvina Bonezzi. 

Parece que todo fue en un chasquido de dedos. No. Llevó su tiempo. Como sostuvo Marcelo Ferreyra: “Los cambios no son de un día al otro. Hay que dar tiempo para que se asienten”. Afortunadamente, me topé con compañeros gays en Nexo que tenían una mirada profunda y muy abierta; que no perseguían cuerpos hegemónicos, aunque hubiera hombres tan hermosos que nos derretían; que sabían que una tapa con un chongo vendía, pero se enfocaban en todo lo que podíamos dar a conocer para abrir el debate, para mostrar una multibelleza; no única.

En 1997, Ale se sumó a un grupo gay que jugaba al fútbol y al tenis. En junio de 1997, yo había puesto un aviso, en la revista: “Fútbol Gay”, convocando a gays que jugaran al fútbol. A los pocos meses, éramos como treinta. El 23 de febrero de 1998, hace 25 años, Ale fue uno de los fundadores de Deportistas Argentinos Gays e integrante de la Comisión Directiva. Viajó a los Países Bajos, en agosto, con el grupo, para participar en los Gay Games de Ámsterdam: ambos éramos jugadores -él, arquero; yo, líbero-, e hicimos la cobertura también para NX: yo, los textos; él, una inmensa cantidad de diversidad en imágenes, que ilustraron una revista que hizo historia, donde sus fotografías fueron (siguen siendo) luz. 


Diego Tedeschi Loisa


*Texto completo, de uno más reducido, que me invitaron a escribir para acompañar fotografías de Alejandro Correa en un especial del n.° 9 de la revista Balam, de marzo de 2023.


Mucho más que dos

  Mucho más que dos Y si yo puedo abrir un camino, voy a hacerlo, voy a hacerlo, voy a hacerlo. Celeste Carballo En 1989, durante la emisión...