miércoles, 29 de marzo de 2023

Un beso que fue todo

 Un beso que fue todo





“Las gordas”


En julio de 1994, quienes formábamos el Grupo Nexo, publicamos el n.º 9 de la revista Nexo. Hacía cuatro meses que me había sumado a lo que en pocos meses se transformaría en la asociación civil Nexo. Aquel número, al que llamamos cariñosamente el número de “las gordas”, tenía en la tapa una foto de 1931, de Brassaï, “A couple at the homosexual ball at Magic City” (que en segundo plano tenía a una pareja de hombres que, como las damas de adelante, estaban pegades en un baile). Desde hacía algunos meses, incluso antes de sumarme, un gran fotógrafo colaborador de la revista, les proveía material para la tapa: Víctor Palacios; eran torsos desnudos (sin rostros), algunas imágenes semioscuras de los culos, piernas, brazos, cuerpos entrelazados. Eso “vendía” y era lo que sostenía Adolfo Nusynkier, el director ejecutivo de la revista y presidente de Nexo. Y era una verdad a medias: el contenido y la agenda con la data de los lugares lgbt+ y los clasificados de “Contactos” eran la frutilla, pero eran épocas donde poca gente era visible, nos perseguía la policía, estaban los edictos policiales (que se llevaban a las compañeras travestis y trans en cana, y a cualquiera que no estuviera vestido acorde a su “sexo”), y las razzias y detenciones estaban a la orden del día. Así que escaseaban las publicidades, a no ser que fueran de espacios de la comunidad: Luis Delfino de la disco Contramano, y Adolfo Adaro y Pedro Cutuli del pub Teleny apoyaban este nuevo emprendimiento (“Nexo revista”, como se la nombraba entonces, era una continuidad de Confidencial, otra revista de una comunidad en crecimiento, que había tenido once números, y dirigían Karina Urbina y Marcelo Ernesto Ferreyra, hoy dos activistas lgbt+ que entraron en la historia del movimiento, y la periodista mexicana María Amparo Jiménez -que hacía una Confidencial en Costa Rica-) que tenía (y tuvo) mucho para ofrecer.

Ese número de “las gordas” era impresionante, de los materiales más completos que habíamos hecho hasta ese entonces: “Contranatura” era pararnos frente a las opiniones homoodiantes del presidente Menem; “Una necesidad de inclusión social” era un llamado a la igualdad de derechos: entonces, pedíamos por una unión civil para nuestra comunidad; dedicábamos un especial de la memoria al Frente de Liberación Homosexual (FLH) con el texto “Sexo sí, colonia no”; el espacio de arte era una galería con las producciones del gran David Hockney; nos aventurábamos a criticar lo que la tv reflejaba sobre nuestra realidad en “Zona de polémicas”, y como siempre aportábamos mucha información en lecturas, relatos, espectáculos y la agenda con toda la data de nuestra comunidad. La revista no vendió casi nada. 



La revista en los kioscos


El número 10 y los siguientes fueron como pedía Adolfo: otra vez cuerpos o partes de cuerpos hegemónicos que propiciaban que la revista se vendiera y muy bien. Como cité antes, en esa época era complicado conseguir anunciantes, y la mejor publicidad que teníamos era que la revista se exhibiera en los kioscos de diarios (primero, en torno a las avenidas Santa Fe y Pueyrredón; luego, por avenidas Corrientes, Rivadavia, Córdoba, Callao, las estaciones de subte y de todos los ferrocarriles (trabajo constante que hacían el actor y amigo del grupo Juan Maiztegui; el compañero José Luis Hussein, y alguien que luego se transformaría en una pieza clave del grupo: Enrique Tagliafico). Era un lujazo y me avergonzaba un poco -a partir de mi participación, desde el número 7-, que la revista se exhibiera en los kioscos tan frontalmente. La veías a media cuadra: blanco y negro, y la cinta roja por el vih; eran épocas muy crudas, con una “pandemia del sida” que se venía cobrando muchas vidas: la de tres compañeros del grupo en pocos meses. Por eso Nexo tenía una especial sección sobre prevención y asesoramiento sobre vih-sida: “Nexo +”.

Por un tema de legalidad, tuvimos que cambiar el nombre de la revista. Así que a partir del número 13, pasó a llamarse NX; con el tiempo le agregamos “Periodismo gay para todos” como subtítulo. No era fácil encontrar modelos que se animaran, aunque no fueran gays, a posar a cara descubierta en la revista. Solo sus cuerpos o partes del mismo. Entre ese número 13 y el 23, logramos -por acuerdos que se hicieron con otros espacios extranjeros gays o simplemente citando la fuente- poner fotografías con rostros, de los que denominábamos “chongos”; sabíamos que eso vendía y confiábamos que el contenido hablaba por sí mismo. Crecimos, se empezó a contratar a diferentes integrantes: Marcelo Frías fue el primero, luego el Jefe de Redacción y amigo Oscar Vitelleschi y yo empezamos a organizar la distribución con Enrique, y empezamos a percibir un sueldo. Los chongos de tapa nos hacían vender; los clasificados de los contactos (un Grindr muy artesanal de entonces) potenciaba la cantidad de avisos y de respuestas para conocer chicos. Ese crecimiento que costaba tanto sostener, avizoraba una nueva etapa: en octubre de 1994, habíamos propuesto la entrega de los premios Nexo artísticos y humanitarios. Y en 1995, para el segundo aniversario de la revista, organizaríamos una gran fiesta -al estilo de los Oscars-, y para lograr eso era importante hacer una tapa especial.



Alejandro Correa, amigo, fotógrafo, compañero


A Alejandro Correa lo conocí en algún momento de 1992, en el pub Bach bar (hermoso espacio que me acogió durante casi dos años, cuyo lema era “Lo clásico. Lo moderno”; donde conocí a Gonzalo -un gran actor, que era mozo del lugar, que se fue muy temprano de esta vida-; al gran activista José María Di Bello (que estaba en la barra/caja) y a Maiamar Abrodos -la relaciones públicas-, quien fue la que me conectó con Rodolfo Cormenzana (quien manejaba la agenda de Nexo cuando un viernes de marzo hablamos y a la semana siguiente me entrevistó Oscar Vitelleschi, el jefe de Redacción y mi gran maestro). Con Ale compartimos ese espacio de amistad con muches otros amigues (Guille, Claudia, Mariano, entre tantes) y un día Adolfo me cuenta que se va a sumar un chico que hace fotografías, que me conocía. Ale estudiaba o estaba por entrar a la Universidad de Avellaneda. Y luego de varias producciones para NX, le surgía la posibilidad de hacer la tapa del número aniversario. El Consejo de Redacción, que integrábamos con Oscar, el director editorial Carlos Mendes y Sergio Maulen, dimos el visto bueno. Sería un beso entre hombres; una idea que surgió como respuesta política a tanta persecución y censura (a pesar de los casi doce años de democracia) y porque en la fiesta de los premios Nexo pasaríamos un video con besos entre personas lgbt+ (hecho que se repetiría en cada fiesta de fin de año; inspirado en el corto final de la película Cinema Paradiso: queríamos mostrar lo que se había censurado y/o censuraba en el cine y en la tv.

En octubre de 1995, besarse en lugares públicos era grabarse a fuego un insulto, violencia, una detención policial por "herir lo moral'. Besarse entre personas lgbt+ "era un crimen". No había leyes que nos ampararan: faltaban quince años para que eso comenzara a suceder. Sin embargo, desde Nexo apostábamos a las transformaciones que impulsaba un activismo lgbt+ en crecimiento. Por eso, planificamos celebrar los dos años de la revista con una tapa que sería revolucionaria para esa época: un beso entre dos hombres.

Esencialmente en EE.UU., los 'Kiss-ins' (besadas) eran un acto de visibilidad, que se realizaba en el marco de las marchas y de actividades del Día del Orgullo; algo que comenzaría a hacerse años después en la Ciudad de Buenos Aires, para visibilizar el orgullo de besarnos en la calle, al finalizar cada Marcha del Orgullo. “Existe una acción militante en algunos lugares del mundo, que consiste en besarse públicamente en la boca, como respuesta a un acto de discriminación. Es fácil imaginar qué podría ocurrir en la Argentina si se llevara a cabo ese gesto. Seguramente, un beso en la boca entre dos hombres o entre dos mujeres, en la vía pública, causaría escándalo. Cuánto menos gris sería nuestra vida en común si no existieran mordazas a la demostración pública del afecto, en todas sus variantes. Es difícil atreverse. Por eso, nuestra tapa intenta decir algo más de lo que muestra”. El editorial de la tapa n.º 24 lo definía todo. Y esa tapa fue un cambio enorme en la historia de NX. Ver en los puestos de diarios ese beso fue un acto militante comunicacional revolucionario. Y Ale tomó la fotografía.



La producción de la tapa


Ale hizo la tapa. Participaron dos chicos: uno gay y otro no tan (o no lo tenía asumido entonces). Se les veía las caras de costado, en un primer plano: la foto se hizo en el salón principal de la redacción, en Virrey Cevallos y Belgrano, donde compartíamos el espacio con Gays DC (que lideraban Carlos Jáuregui y Marcelo Ferreyra; donde yo también participaba como activista). Ese beso fue todo. Esa foto es histórica. Esa foto dejaba también de ser una imagen entre dos hombres hegemónicos. Solo eran los rostros comunes y un beso. Y ese número vendió mucho. Y Ale comenzó a hacer más fotos, a hacer muchas fotos de tapa. Muchos modelos se animaron a posar (poníamos un mensaje que indicaba que posar no definía la sexualidad ni la identidad del modelo). Y la revista siguió vendiendo con muchas fotos de Alejandro, con muchas que hizo de los espectáculos que cubríamos para luego nominar candidates para los premios Nexo, y en actividades artísticas, sociales, culturales y de activismo. Su trabajo es tan enorme, que aún sigue desclasificando la cantidad de rollos de las fotos que tomó: a chongos, a transformistas, a militantes trans, travestis, lesbianas, gays, a actores y a actrices, representantes de la música, de la cultura, de los derechos humanos, de la política. Su trabajo siempre fue profesional. Siempre tuvo una mirada que no fuera solo carne para vender. Sus producciones hicieron crecer desde lo visual a la revista. Sumó a otres compañeres de la fotografía como Fanny Lovotrico y Pablo Gutiérrez. Eso impulsó que hubiera muchos anuncios, lo que abrió un espacio que manejó Enrique Vidal. En definitiva, aquel sueño de ser “un nexo entre la sociedad y la comunidad”, que había expresado Adolfo en la presentación de la revista en el pub Teleny, de un grupo que además integraban Héctor Schvartz, Pablo Rosales, Ernesto Baciala, Oscar Panizza, Leo Said, Fabián Ríos, Ricardo Vera, era el espacio comunicacional de la comunidad lgbt+. Poco después llegaría el dossier lésbico “La Zona”, “Nexo +” como espacio especial también, y una amplitud de miradas en el grupo, a partir de los vínculos con les referentes del activismo como Ilse Fuskova, Carlos Jáuregui, Lohana Berkins, el grupo de Lesbianas a la Vista, Nada Echazú, María Belén Correa, ATA (la Asociación de Travestis Argentinas) -luego ATTA, hoy ATTTA Red Nacional-, los encuentros en Paraná -donde hoy está Casa Jáuregui-, las históricas “Charlas de Tasmania”, y los encuentros nacionales de la diversidad de Rosario, Salta y Córdoba), que crecía como crecía el trabajo artístico de Alejandro.



Y la banda sigue activando


Luego del Encuentro Nacional de Rosario, de abril de 1996, empezamos a hablar de un movimiento. Quienes habíamos participado (el 90 % de las organizaciones lgbt+) estábamos muy felices y eso inundó la sede de Nexo y la redacción de NX, y pudimos empezar a corrernos de “la cuestión gay” para meternos de lleno en todas las voces, y empezar a entender que éramos tan distintos une del otre, lo que posibilitaba entendernos en las diferencias: en Rosario conocimos a un joven activista cordobés, hoy gran militante intersexual, Mauro Cabral Crispan, que nos pateó el tablero. Y la incidencia de nuevas masculinidades trans, de enaltecernos como “putos”, de reivindicar palabras que nos habían tirado siempre despectivamente, violentamente, ahora eran orgullo pronunciarlas como nuestras. La incidencia de las compañeras travestis, trans y lesbianas fueron un factor determinante en nuestra formación. Por eso, nació “La Zona”, el espacio lésbico que dirigía María Alejandra Ferradas, con la colaboración de Silvina Mestre, Laura do Santos, Silvina Bonezzi. 

Parece que todo fue en un chasquido de dedos. No. Llevó su tiempo. Como sostuvo Marcelo Ferreyra: “Los cambios no son de un día al otro. Hay que dar tiempo para que se asienten”. Afortunadamente, me topé con compañeros gays en Nexo que tenían una mirada profunda y muy abierta; que no perseguían cuerpos hegemónicos, aunque hubiera hombres tan hermosos que nos derretían; que sabían que una tapa con un chongo vendía, pero se enfocaban en todo lo que podíamos dar a conocer para abrir el debate, para mostrar una multibelleza; no única.

En 1997, Ale se sumó a un grupo gay que jugaba al fútbol y al tenis. En junio de 1997, yo había puesto un aviso, en la revista: “Fútbol Gay”, convocando a gays que jugaran al fútbol. A los pocos meses, éramos como treinta. El 23 de febrero de 1998, hace 25 años, Ale fue uno de los fundadores de Deportistas Argentinos Gays e integrante de la Comisión Directiva. Viajó a los Países Bajos, en agosto, con el grupo, para participar en los Gay Games de Ámsterdam: ambos éramos jugadores -él, arquero; yo, líbero-, e hicimos la cobertura también para NX: yo, los textos; él, una inmensa cantidad de diversidad en imágenes, que ilustraron una revista que hizo historia, donde sus fotografías fueron (siguen siendo) luz. 


Diego Tedeschi Loisa


*Texto completo, de uno más reducido, que me invitaron a escribir para acompañar fotografías de Alejandro Correa en un especial del n.° 9 de la revista Balam, de marzo de 2023.


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